Las palabras son fuente de verdad y, por supuesto, de engaño.
Basta una entonación distinta, pausas diferentes y un poco de cabeza para que lo que es verdad sea falso y lo que parece falso sea una verdad como un pino.
Por eso, al escribir se pierde gran cantidad de los matices que acompañan a la conversación.
El ejemplo es lo que sigue.
- "El maestro tiene fama de torpe. Va preguntando a sus alumnos operaciones de cálculo mental. Éstos deben contestar si la afirmación docente es cierta o falsa. Cuando llega ante Pedrito le dice:
Cinco por cuatro veinte mas uno veintidós.
Pedrito hace lentamente sus cálculos ayudándose de dedos, resopla, piensa para sus adentros "¡ufff! ya se ha vuelto a equivocar el maestro" y, muy seguro, responde: Falso, maestro, falso.
Éste sonríe, gira la cabeza a izquierda y derecha y, ufano, le dice. "No, Pedrito. Verdadero. Y te pongo un diez si eres capaz de decirme por qué".
Yo lo sé. Y el maestro no miente.
¿Lo sabes tú?
Pedrito haciendo sus cálculos para averiguar si el maestro es un mentiroso o no.
Basta una entonación distinta, pausas diferentes y un poco de cabeza para que lo que es verdad sea falso y lo que parece falso sea una verdad como un pino.
Por eso, al escribir se pierde gran cantidad de los matices que acompañan a la conversación.
El ejemplo es lo que sigue.
- "El maestro tiene fama de torpe. Va preguntando a sus alumnos operaciones de cálculo mental. Éstos deben contestar si la afirmación docente es cierta o falsa. Cuando llega ante Pedrito le dice:
Cinco por cuatro veinte mas uno veintidós.
Pedrito hace lentamente sus cálculos ayudándose de dedos, resopla, piensa para sus adentros "¡ufff! ya se ha vuelto a equivocar el maestro" y, muy seguro, responde: Falso, maestro, falso.
Éste sonríe, gira la cabeza a izquierda y derecha y, ufano, le dice. "No, Pedrito. Verdadero. Y te pongo un diez si eres capaz de decirme por qué".
Yo lo sé. Y el maestro no miente.
¿Lo sabes tú?

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